Es dura la profesión de camarero, muchas horas de pie, mucho payaso clavado en la barra, poco sueldo, las propinas están pasadas de moda, un uniforme con el que parecen haber escapado de una cutre-boda, adquirir una gran memoria para recordar todo tipo de combinaciones con el café (aunque a veces pides un descafeinado y luego no pegas ojo); y ya no te digo si viene una panda de 10 y cada uno quiere ser más original que el anterior a la hora de pedir las copas rebuscando en su cabeza la mezcla más moderna y absurda (es que soy guay).
Pero algunos locales al llegar la noche empiezan a llenarse de gente y los camareros ya no tienen nada que ver con lo descrito, resulta que los que te sirven son unos tíos monísimos, jovencísimos, a la última moda (de marca, por supuesto; e informal), con una pinta estupenda, sonrisa perfecta (casi todavía se nota la huella de sus recién retirados brackets), que en la oscuridad del garito te reciben como si en vez trabajar poniendo copas te estuvieran esperando para una cita. Ellos son los que brillan entre luces que se mueven, hielos, música a la última y rodajas de limón, todo esto en perfecta comunicación con el pincha para que cuando haga su entrada “esa chica” baste un guiño para que suene la canción que ella espera. Las niñas los miran con cara golosa y los amigos celebran con algarabía encontrarse allí con sus colegas, quizá con la esperanza de una ronda gratis, abundan abrazos y palmeteos, choques de mano al más puro estilo americano, “joer, qué amigos somos, si es que este tío es como mi hermano”. Si no eres de la pandilla, si eres un intruso en su mundo, sólo te queda mirar con envidia este colegueo, sientes que no estás dentro de su onda…..y lo sientes mucho, porque estas hornadas de camareros pijillos son guapos, simpáticos, son ideales! y además se mueven detrás de la barra como profesionales. Para ellos mi reconocimiento; nunca he sabido qué puede más, si las pelillas que se sacan o el ligoteo y lucimiento que se marcan trabajando esas noches de fin de semana.
Me he referido solo a los camareros hombres, también hay chicas en este saco, supongo que hacen lo mismo que ellos en versión femenina, pero no me fijo demasiado.
Ojalá alguno que lea esto cuente su experiencia, puede que desde detrás de la barra nada de lo que digo sea verdad.
Os dejo a Alan Jackson, cantante de country, este podría ser el mejor de los barmans (horrible palabra) por lo guapo!!, si no os gusta la canción aguantadla un poquito, al principio puede pareceros un rollo el vídeo pero luego vais a ver al tipo que mejor prepara los cockteles de la playa, merece la pena.
Alan Jackson está acompañado al final de la canción por Jimmy Buffett, otro de los grandes de la American Music. It's Five O'Clock somewhere.
Soy dimelotú, la asquerosa usurpadora de blogs.
http://www.youtube.com/watch?v=ib8nH4kHjxk
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2 comentarios:
Pero eso no son camareros, ¿no?. Faltos de profesionalidad, en su actividad, of course.
Echo de menos al señor Américo, el de la tasca de la rua Buenos Aires de Lisboa, apostado en su ¿barra?, con un par de frigos de esos de andar por casa y sirviendo vino y escasa, aunque sabia, conversación a quien la quisiera. Seco y fibroso como ninguno, parco, sencillo, pero con toda la la escuela que da una vida entera tras una barra... escrutándote tras dos ojos grandes como platos y callado cual confesor que se precie. Sinceramente, cada vez quedan menos de estos...
Aunque también, a decir verdad, a mi me gustan mucho las lindas waitress que circulan por los sitios de moda nocturnos. Sigo en mis trece de que no son camareras, que no son profesionales de ello, pero, ¡qué leches!, son profesionales de lo suyo. De mostrar lindo palmito y desplegar sus encantos seduciendo a los despistados noctívagos ávidos de una bonita visión y un buen trago que echarse al gaznate.
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